sábado, 26 de diciembre de 2009

A Amelia se le van las plaquetas, dice que es por tantos viajes que ha hecho. Si supiera que yo queria ser como ella, viajar con una maleta y adentro con solo papel higiénico, un calzón y bueno, mucho celecoxib y toallas nocturnas.

Los años pasan bien rápido. Sin embargo, ese dia de verano que le contaba a él sobre ella, sobre sus gorros y yo sonreia y él también, cada vez es más lejano. Y me alegro por ello, en verdad me alegro. Qué bien que el tiempo pase, pero no en vano, sino que cada instante sea más significativo que el anterior. Buenos presentes he tenido, buenos en verdad.

Yo siento que la de siempre está un poco mejor, que las heridas van sanando de una mejor forma. Hacerla crecer en este momento es algo que me da satisfacción absoluta, me llena la emoción y la empacha. Es que me siento tanto hija como madre con ella, y a veces como ninguna de las dos, sino como compañera, aunque ella no lo entienda.

Y me da miedo, cada vez, un poco más.

domingo, 27 de septiembre de 2009

sodome et gomorrhe

la plataforma está más lejos que de costumbre, gracias al fin. sobre ella caen un montón de papelitos tornasoles, sobre las mejillas aún marcadas por la sonrisa. solo se detiene a dar brochazos, a dar vueltas sobre si, a no mirar atrás para no quedarse quieta, inmutada: convertida en piedra.

miércoles, 8 de abril de 2009


La cicatriz aun está rosada, nadie sabe si algún dia desenrrojecerá. Mientras, ella esculpe vasijas donde guarda su soledad hasta el dia en que se encuentre ella misma. Pretende ir a su ritmo, sin presiones, ni demoras. Y sonrió, por ella, por mi, y por todas las que ven esa cicatriz siempre en un futuro roja, porque no saben (y yo tampoco) que eventualmente una costra la cubrirá y la sanará.

domingo, 18 de enero de 2009

Volvió con los ojos llorosos, se arrepintió de todo y pidió disculpas. Llegó 2:30, como había dicho esa mañana. Y mientras salíamos, tocaba la puerta.
Contó sus problemas, explicó su desaparición inesperada y yo sentí lástima.
Desde su llamada me pareció rara su vuelta, no sentía alegría, ni pena. Me brotaron algunas lágrimas y pensé en todo lo que había llorado luego de su partida. El tiempo sí que cura todo, heridas, pisotadas, indiferencias, exilios de las vidas de muchos, y así continua. Ya no ocurría nada, dejé de extrañar en un momento que ni siquiera se manisfestó, yo no lo noté pero ocurrió en algun episodio de mi vida.
Su llegada llegó con la crudeza, esa crudeza que uno olvida mientras se enfoca en uno mismo. Esa crudeza que yo aprendí a verla y luego me enceguecí, como muchos lo hacen ahora. Me hizo recordar la indignación, brotó ese lado que empezaba a empolvarse. La crudeza de la realidad volvió a aproximarse.
No puedo llegar a manifestar todo lo que ocurrió ayer, todo lo que me pasó por la cabeza, por mis emociones, por mis crencias. Ni con los más rebuscados adjetivos se puede describir una escena como la de ayer. Vuelvo a recalcar, uno se olvida en el mundo que vive, de la gente que camina junto a ti en la calle, que camina contigo, la gente que te acompaña en el asiento del bus.
No se olviden, quien o quienes lean esto: la vida es cruda, nosotros tenemos herramientas, tenemos esto, con solo tener este tipo de acceso al mundo, tenemos algo. Recuerden que algunos no tienen nada, no solo piensenlo, sino sepanlo, concibanlo, de verdad reflexionen sobre ello.



A la inonencia que reina su ser.

lunes, 12 de enero de 2009